Conozco la sonrisa brillante de las mañanas...
Las tardes melladas,las desdentadas noches.
Sé del aullar de gigantes en lumbres aspas de molino
,sé del letargo de los sentidos entre el estruendo de monedas,sé del néctar de las bocas y de su aliento en la nuca,
sé de las palabras inútiles como bolitas de humo,y de camas deshechas como lienzos desflorados.
Sé de los bordes cortantes del canto herido,
sé de su demencial cordura.
Desconozco, sin embargo, ese rostro vagamente familiar,
que me mira a cada instante desde el espejo...


-kutxi Romero-

30 de julio de 2011

Un día de marcha.

Día 21 de marcha. Dos sentimientos contradictorios se empezaban a mezclar, la tensión y las ansias por la ya cercana llegada a Madrid, en contraposición con la tristeza de que está experiencia de la primera Marcha Popular Indignada estuviera llegando a su fin.
Me llegó el momento de hacer un tramo en bicicleta, por la rodilla ya resentida de tantos pasos en el asfalto. Asfalto que nos estaba ayudando hacer camino, en cada paso, en cada conversación, en los 21 pueblos , en las 21 asambleas que aumentaban nuestra indignación al ver las faltas de escuelas por los pueblos en los que pasábamos, los recortes en sanidad que se representaban en los pueblos con inexistencia de Centro Médicos de Atención Primaria, por no hablar de las urgencias, por las expropiaciones en el sector agrícola, la supresión de escuelas por ser pocos niños, la escasez, por no decir casi inexistencia de transporte públicos para comunicar los pueblos de subida Teruel, Cuenca, Guadalajara.. así como la escases de comunicaciones telefónicas, internet.. y la despoblación del interior del país.
El tramo de Taravilla a Beteta nos tenía un poco en tensión ya que las carreteras, en no muy buenas condiciones, no tenían arcén. Sin casi pedalear la bici bajó rápido y veloz mientras el frio nos despertaba, con la misma rapidez pasamos a nuestros compañeros caminantes y llegamos al Tajo. Es todo tan rápido e intenso que realmente no acabo de ser consciente de dónde estamos, ni en qué día vivimos. Hablo a título personal como siempre, aunque creo que es una sensación compartido por muchos.
Paramos en el puente sobre el Tajo, fue un momento de reflexión y ser conscientes de que sí, de que estábamos haciéndolo. De que nuestra convicción en la lucha nos había llevado caminando hasta el Tajo, nos había hecho atravesar Cataluña paso a paso, nos permitió comprobar que Teruel sí existe aunque les ignoren y expropien las tierras desde arriba. Todo esto me lo plantean hace 4 meses, y me hubiera sonado tan imposible y utópico como que pudiera vivir durante un mes en una plaza en el puro centro de la ciudad condal.
El descanso se acabó aunque la reflexión siguió montaña arriba. Después del primer puerto nos apareció como un regalo un pequeño pueblo, Povéda. Decidimos entrar a por una dosis de cafeína, y hablar con la gente del pueblo, porque la voz de los pueblos del camino, aunque no nos alojemos, también nos interesa.
Eran alrededor de las 10 de la mañana, el silencio reinaba en el pueblo, alguna señora se veía limpiando su portal. Decir buenos días bastaban para el primer acercamiento, caminamos mientras nos sentíamos observados por el niño de la bici, el viejecito que iba camino al bar, los trabajadores… miraban con esa perplejidad con la que se mira a algo que crees que es ajeno, sus ojos repetía una mirada que vi en muchas personas en muchos pueblos, de mira son ellos los indignados, como si fuéramos famosos, como si fuéramos algo distinto a ellos.
Con la dosis de cafeína encima de la mesa, empezamos a conversar. Al lado una señora nos miraba, sólo hizo falta una mirada de complicidad por nuestra parte para que nos hiciera la gran pregunta ¿ Sois los indignados verdad?. Bueno señora, somos los de la marcha, pero indignada seguro que está usted también. Su respuesta fue que más que indignada estaba cabreada. Y empezó a contarnos los motivos por los cuales estaba cabreada. Su familia eran 5, dos niños pequeños y uno ya más mayor que estaba estudiando en Zaragoza. Ella trabajaba, pero su sueldo era escaso, tenía que mantener a su hijo que estudiaba fuera, y después de eso apenas le quedaban 500e para mantener a la familia. Y no recibía ningún tipo de ayuda. Alegaba también sobre los transportes, su pequeño pueblo, en el tramo de esa ruta que nos daba miedo caminar por las malas condiciones, no existía transporte público. Únicamente el bus escolar que transportaba a los niños de Povéda y de los pueblos de alrededor a la capital de la comarca para que pudieran ir a la escuela. Pero al ser el único transporte ( que se rige por las horas escolares), la gente de los pueblos también lo utiliza, y expresaba su miedo a que un niño de 4 años fuera con desconocidos a la escuela. ..
Después de recoger las indignaciones de varios del pueblo, continuamos nuestra ruta hacia Beteta, el segundo pueblo de Cuenca que visitábamos. Como ya era costumbre nos instalamos en un polideportivo, recuperamos fuerzas y llegó el momento más importante de cada jornada, la asamblea del pueblo. En esta ocasión comenzamos con dos videos especiales para nosotros. “ Power to the people” , en el que las experiencias de aquella plaza que nos cambió la vida se resumían y palpaban en unos minutos. Después el equipo de comunicación de la marcha nos sorprendió con un gran video de la misma, con los grandes momentos que habíamos vivido hasta hora en esta incalificable experiencia.
La asamblea fue conmovedora en varios sentidos. Se habló de los problemas agrícolas por las expropiaciones, de los recortes, comentamos nuestra experiencia en el movimiento y las alternativas al capitalismo que proponíamos como soluciones. Pero hubo una intervención, que particularmente me llegó. Se trataba de Emil, un compañero de marcha, de 16 años que llevaba conviviendo, aprendiendo y creciendo con nosotros 20 días, y decidió contar su experiencia en la vida. Desde hace años vive en la calle con su padre, nos contó como para buscarse la vida comenzó a robar y ese era su trabajo diario. Ahora le estaba dando una segunda oportunidad al mundo, y estaba aprendiendo que había otras formas de vida, y estaba con nosotros, indignado, luchando por un mundo mejor.
Nuestro objetivo máximo es cambiar el mundo. Pero primero tenemos que cambiar nosotros mismos para ello, dejar de pensar en lo puramente individual como nos han enseñado, y comenzar a pensar en lo colectivo, y no es una tarea nada fácil por la educación y adoctrinamiento al que hemos estado expuestos toda nuestra vida. Desde luego esta es una experiencia que nos está enseñando a eso. Una experiencia dura física y psicológicamente, pero que todos los días tienen momentos más que gratificantes y que nos demuestran con pequeños detalles que ya estamos consiguiendo algo.

Marta Junco Parrilla.