Conozco la sonrisa brillante de las mañanas...
Las tardes melladas,las desdentadas noches.
Sé del aullar de gigantes en lumbres aspas de molino
,sé del letargo de los sentidos entre el estruendo de monedas,sé del néctar de las bocas y de su aliento en la nuca,
sé de las palabras inútiles como bolitas de humo,y de camas deshechas como lienzos desflorados.
Sé de los bordes cortantes del canto herido,
sé de su demencial cordura.
Desconozco, sin embargo, ese rostro vagamente familiar,
que me mira a cada instante desde el espejo...


-kutxi Romero-

19 de noviembre de 2009

¿Un mal día?

El misterio de cada día me volvió a desvelar de un profundo y tardío sueño. ¡ Putos vecinos! exclamé. ¿ Qué harán hallá arriba? Miré el reloj, la 6 de la mañana. Sólo habían pasado dos horas desde que había conseguido conciliar el sueño. Me di la vuelta intentando encontrar una posición más cómoda para poder aprovechar la hora que me quedaba, como si el ponerse de lado, boca abajo o haciendo el pino, evitara que oyera los ruidos de cada día.
De repente, un grito. Salté de la cama como si de ello dependiera mi vida. ¡Mierda! Me he vuelto a quedar dormida. Desde aquellas oscuras horas, en las que me dio tiempo de avanzar en mi viaje sobre el DoblePensar, de leer todos los pensamientos amigos en la pantalla infinita, como si de Mary Popins se tratará, de ver dos horas de pésima, típica, y por ello, aburrida peli americana… sabía que desde que saliera el sol, todo iba a salir del revés.
En un estado, como de embriagues pero sin beber, fui capaz de vestirme, refrescar mi cara con agua congelada y correr calle abajo hacia la estación de Bicing más cercana. Ya de lejos, se divisaban sólo dos tristes y descoloridas bicis. Sabía que era inútil acercarse a la estación, miro el reloj, las 10 ( a esa hora debería estar sentada con el portátil más que encendido). Aunque mi cabeza no hacia más que repetir es inútil acercarse, mis pies seguían mecánicamente el camino de cada día. Por su puesto, lo del
Bicing sólo hizo que aumentara mi retraso, mi mala hostia, y mis nervios. Finalmente, tras correr a tres estaciones distintas e ir cuesta abajo con una bici sin frenos, conseguí llegar. Con media hora de retrazo..
No importó mucho. Mis ojos, ya más que despiertos, solo divisaban el caos de papeles amontonados alrededor de los portátiles y las incómodas sillas negras solitarias. Los únicos rostros eran los de los, en su mayoría muertos, míticos actores que había pasado por el teatro, que cubrían en posters todo el despacho.
No entendí nada. Me senté en mi incómoda silla negra, y encendí el ordenador, por inercia, en lo que pensaba dónde podía estar todo el mundo. ¡Mierda mierda mierda! No puede ser, ¡Cómo coño puedo ser tan despistada! ¡La reunión!...
Cada dos jueves, tenemos la reunión con los jefes en la otra oficina. Y sí, efectivamente, era jueves. Me apoyé en la silla resignada. Sólo tenía ganas de llorar. Definitivamente, estaba siendo una mierda de día, de esos que quiero borrar del calendario, de esos que da miedo acabar. Decidí bajarme al bar a desayunar, total, allí no hacia nada, y a la reunión ya no llegaba… Un buen croassant para endulzar las penas, y el café de rigor, me acompañaron en una hora de autocastigo mental, enfado conmigo misma, tristeza que va de la mano de melancolía, por tener lejos a los únicos que podían sacerme un sonrisa en ese momento. En fin, una mierda de día.
Media hora después, el camarero seguía ignorando mis ridículos movimientos en signo de llamada. Decidí levantarme a pagar. En la barra, un chico, árabe, pedía hablar con el encargado. Un tio gordo, barbudo, y con una cara de mala hostia que atemorizaba, se dirigió al chico. Quería pedir trabajo, en 10 minutos aparte de darle su curriculum hizo una carta de presentación oral acojonante, estuve a punto de contratarlo yo. Después de explicarle su amplia experiencia en repostería, que prácticamente es toda su vida, se ofreció a estar trabajando una semana gratis como prueba. Nada más salir el chico por la puerta, rompió a carcajadas. ¡ Se cree el moro de mierda éste que lo voy a contratar!¡ Que vaya a su país a trabajar! Gritaba en lo que volvía su despacho.
Por mi cabeza pasaban todo tipo de insultos hacia ese cabrón. Deje el dinero en la barra y me largue indignada. Decidí que lo mejor que podía hacer era ir a tomarme una cerveza al bar de siempre, y dejar que esa mierda de día siguiera su curso. Ya iba por la segunda cerveza, cuando pasaban el avance informativo: Una madre vende a su hijo para sobrevivir, un hijo apuñala a su padre en medio de un bar…
Me bebí la cerveza de un trago. Y me volví a indignar. Pero conmigo. Por haber estado toda una mañana compadeciéndome de mi misma, pensando que tenía mala suerte, viendo solo lo negativo de mi vida, por pensar que tenía una mierda de día…

Ellos tenien una mierda de vida.

Si el látigo se llama hambre... Siempre duro el pan.

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