Estoy en un avión,
dejando atrás la ciudad Condal por
unos días, donde he pasado prácticamente los últimos 4 años de mi vida. Estoy volviendo
a casa por eso que llaman Navidad.
Estoy volviendo a casa, aunque al despedirme en Barcelona, también tenía
la sensación de que dejaba mi casa atrás.
Atravesar los
cielos en un avión y aparecer en un sitio totalmente distinto es algo muy común
en mi vida. Con 25 años he tenido la oportunidad de crecer en Canarias hasta la
adolescencia, y repartir mi juventud y mi proceso de madurez en ciudades tan
distintas como Sevilla, Santiago de Chile o Barcelona. Mi DNI dice que soy española, aunque la
verdad no tengo muy claro que significa eso. Nunca me ha importado sentirme de una nación, siempre he contestado escéptica a
preguntas como ¿ tú qué te sientes más canaria o española?. Sinceramente, me siento canaria,
andaluza, chilena y catalana. Me
siento de los sitios dónde he crecido y aprendido como persona, dónde me he
adaptado y aprendido de diversas formas de vida y cultura que me han ido
conformando tal cual soy hoy. No me defino por fronteras o territorios, no creo
en ellos.
Aquí, desde las
alturas, mientras oigo hablar catalán a la pasajera que está justo detrás mía, y dos canarios entre chachos y flejes bromean, y yo me siento identificada con ambos, me pasan por la
cabeza estos últimos meses en los que ha estado muy presente un gran debate “ la
independencia de Cataluña”.
Lo primero que
tengo que decir al respecto es que toda población, comunidad, grupo de personas,
tienen derecho a luchar por preservar su cultura, su identidad, su lengua, su
historia... mucho más cuando esta cultura ha sido oprimida con
anterioridad. El catalán es un
idioma, es una forma de expresarse y de construir la realidad, porque con las
palabras se construye y se guarda la memoria, prohibir eso es prohibir parte de
la identidad de una comunidad. Es coartar la libertad de las personas,
expresiones de wertgoña como españolizar, me recuerdan al peor de los
colonialismos. Me encantaría saber cómo le sentaría a tal fantoche, y a muchos españoles,
si de repente nos obligan hablar sólo en inglés. Cómo sentaría al canario que le prohibieran decir guagua, o
al andaluz tela.
Pero para mí todo
ello no justifica más fronteras. La fronteras deciden quiénes son ciudadanos y automáticamente
hay un no ciudadano, que es tratado como una no persona, porque no tiene ni
derechos ni obligaciones. No puedo apoyar un Estado Catalán, pero porque no me
creo los estados, tampoco me creo el Estado Español. Pero además, en estas pasadas elecciones, el debate sobre la independencia
ha sido tan banal y triste, en voz de los políticos, parecía que la
independencia nada tenía que ver con la lucha por preservar una cultura, una
identidad, una lengua, parecía que el factor económico era el único relevante.
El mensaje “España
nos roba” ha sido la principal arma de sensacionalismo en este debate. Un
populismo barato por desgracia todavía efectivo. Efectivo en tanto que crea una rivalidad entre los pueblos inútil
y sin razón de ser. Vuelvo y repito que no tengo muy claro cuál es el concepto
de España. Porque si se supone que yo también soy parte de España, no sólo no
he robado a nadie, sino que también me roban a mi día a día. Nos ha robado una
clase política vergonzosa, que no
tendría que ser ninguna clase, y
unos bancos que han asumido el poder económico como absoluto por encima del
democrático. Y en Cataluña,
también. El señor Mas, fue el
primero en aplicar las políticas de austeridad mucho antes de que lo hiciera
Rajoy, privatizar la sanidad
y encarecer la educación en pro de pagar una deuda ilegitima y privada, por la
cual no tendríamos que estar sufriendo ninguno de nosotros. Sin, desde luego,
hacer el menor caso a “la voz del pueblo” de la que presumía en su campaña
electoral, más bien la ha callado a porrazos. El problema ha estado en quién y cómo ha gestionado el
dinero. El camarero andaluz no
tiene la culpa, ni el profesor madrileño, ni la enfermera canaria. Todos han
sido robados.
El mensaje de
España nos roba, le permite crear una rivalidad y odio que lo legitime. Le
permite echarle todas las culpas a otro y asumir que la situación de crisis que
se vive en Cataluña es por culpa de ser parte de España. Y entonces la gente,
dice independicémonos si el problema es España, seamos independientes y ya no
hay problema, que se lo queden ellos. Y salen a la calle, miles de personas, y enfrente una pancarta,:“Cataluña
independiente, Cataluña Estado europeo. Y ahí es cuando yo me pregunto ¿Eso es
ser independiente?. Voy más allá. ¿ En serio alguien alguien se cree que España es
independiente?. España es dependiente de Europa igual que lo será
Cataluña. ¿Cuál es la
independencia que quiere Cataluña? ¿Ser un estado neoliberal encabezado por
Mas? ¿Qué clase de independencia es esa? ¿Se van acabar los desahucios? ¿ la
sanidad será pública libre y gratuita? ¿ de repente bajaran las tasas
universitarias? Bajo una política neoliberal, no.
¡Independicémonos!
Pero del capital. Independicémonos de la troika. Aboguemos por la solidaridad
entre los pueblos, no por las fronteras para separarlos. Aboguemos por el
aprender unos de otros, por el compartir culturas, idiomas, y saberes. Aboguemos porque todos los seres humanos
seamos libres e independientes. Y ahí va mi gran utopía.
Las políticas
neoliberales, siembre tienen las mismas consecuencias, joder a los debajo para
enriquercer a los de arriba. Y no entienden de fronteras, ni países ni estados.
Porque las personas no somos libres de circular por ellas, pero el dinero sí.
El libre mercado. Y es que el
dinero es más libre que la gente.
Yo abogo por la
solidaridad, la solidaridad de los pueblos. Y por la independencia, la independencia
del capitalismo. Por la reconstrucción de los valores y de la sociedad desde
las personas dignas y libres.
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